El monte público, estaba vigilado por un guarda que controlaba los dos usos principales que el monte ofrecía, los pastos y la leña.

La leña procedía de las estepas cortadas y de la poda de los robles (se repartían cinco cargas al año a cada vecino, y cada carga la constituían diez gavillas). Cabe señalar, que los propietarios de suertes eran los menos.

La poda constante de los árboles y la corta del matorral, hacen pensar que el bosque ofrecería un aspecto abierto. Encontraban árboles grandes, con las formas características de las podas.

Los pastos se dedicaban al numeroso ganado que había en el pueblo; vacuno, ovino y caprino.

Las ovejas y las cabras eran guardadas por diferentes pastores y pernoctaban en las tainas diseminadas por todo el monte.

Bueyes, vacas y machos utilizados principalmente para el trabajo agrícola, pasaban prácticamente todo el año en el monte. Para ello se contrataba a una persona (que cobraba su sueldo en patatas y grano), el vaquero ó muletero, que era el encargado de guardar el ganado mayor. Esta persona normalmente dormía en el monte, en cabañas denominadas chozos. Los chozos se construían excavando aproximadamente un metro en el suelo en una zona alta y cubriéndolo con paja, ramas y tierra.

Este ganado era llevado al pueblo solamente cuatro veces al año, los únicos días en que el vaquero no trabajaba; los días de San Juan, Corpus Cristi, San Pedro y la Virgen de Septiembre.

Alrededor de setecientas hectáreas de monte estaban vedadas durante la primavera y el verano (de Abril al Día de los Santos) sólo se usaba por el ganado mayor. El resto del año permanecía desvedado para todo el ganado.

Salvo los últimos años la parte vedada no era vallada. De ahí proviene el nombre de “La Cerrada”, un paraje dónde destacan sobre todo las formaciones de sabinas.

Otro paraje donde destaca la presencia de encinas es “La Matilla” que sirve como otro ejemplo de paisaje modelado por la explotación tradicional de sus recursos. Se trata de un encinar de unas trescientas hectáreas. A diferencia del anterior ejemplo, en este monte, los vecinos de Rioseco y de otros pueblos colindantes,  son propietarios de suertes de monte de alrededor de una hectárea.

El aprovechamiento que se hacía hasta hace tan sólo unas décadas de este bosque, lo constituía el carboneo (fabricar carbón)

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El carbón que se producía no era consumido en los pueblos, sino que se trasladaba a las ciudades. En los pueblos  se compraba  carbón de menor calidad, el cual se hacía a partir de la leña de las podas.

La corta total de cada suerte se llevaba a cabo cada 50-60 años. Las encinas rebrotaban de cepa, dando a este bosque el característico aspecto de los montes bajos dedicados al carboneo. Esto hacía imprescindible las podas cada 8-10 años para limpiar los rebrotes.

Actualmente, “La Matilla” presenta el aspecto de un bosque espeso e impenetrable como consecuencia del crecimiento de los rebrotes que no son podados. No obstante, algunas suertes siguen siendo podadas y “cuidadas”, más que para su posterior corta, para mantener un patrimonio natural y cultural heredado de nuestros antecesores. 


Galería de Imágenes

Rebaño Obejas
Podas en el Monte

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